Esta tradición, de mucho arraigo, es digna de apreciarse por las relaciones sociales que cumple. Durante el 30 de octubre, y los días 1 y 2 de noviembre, se hacen altares colocados en mesas de cedro o colgados del techo desde las vigas de la casa, forrados con papel de china de colores, adornados con flores de cempasúchil y mano de león, donde se coloca la ofrenda de tamales, mole, dulces chocolate y pan.
El incienso se coloca en los copaleros impregnando el ambiente de todas las casas. A partir de las 12 del 2 de noviembre se hacen los intercambios de ofrendas entre los compadres, familiares y amistades o vecinos, llevándoles un poco de lo que se coloco en el altar.
Al terminar de repartir las ofrendas, la gente se da cita en el atrio de la iglesia donde los artesanos ya están listos para lanzar los globos de papel de china, desde los pequeños de 4 pliegos y de forma rustica de cubo, hasta los muy elaborados de 1500 pliegos con novedosas formas y bellas combinaciones de colores, que al flotar en el aire iluminan el camino de las almas de regreso al cielo.