* “Para nosotros es un encuentro de amigos, un espacio donde nos volcamos a la música, a la familia, a la cultura, a todo el que viene”, coinciden músicos
* Estos tradicionales festejos impulsan al pueblo cuenqueño a seguir difundiendo la cultura veracruzana
Cada vez están más cerca las fiestas de La Candelaria. Tlacotalpan se transforma para recibir a miles de visitantes locales, nacionales y extranjeros. Más allá de los preparativos que las autoridades realizan, los pobladores también ultiman detalles para vivir la fiesta más emblemática del año.
Poco a poco la ciudad va luciendo más bella, las guarniciones de las banquetas son blanqueadas al paso de las brochas gordas; tras un proceso de limpieza, pintura vinílica o cal dejan atrás el moho y las huellas de la temporada de lluvias.
La Candelaria es más que una fiesta popular, cada habitante la vive a su modo y cada uno contribuye para que sea exitosa. Doña Irma Silva, quien trabaja en la Casa de Artesanías, asegura que los más de 250 artesanos trabajan a marchas forzadas para incrementar la producción, tener un inventario importante y abastecer la demanda de los miles de turistas que llegarán desde finales de enero a las festividades.
“Tenemos todo tipo de recuerdos para los turistas, desde pequeños marquitos en pirogragabado, hasta vestidos de jarocha, que cuestan unos 10 mil pesos, tomando en cuenta todo lo que implica su confección”.
Comenta que tejedoras, rejilladoras, costureras, carpinteros y ebanistas siempre tienen buenas expectativas en esta fiesta.
Uno de los talleres más importantes en la producción de instrumentos musicales locales es el de Julio César Corro Lara, quien también es el líder del grupo Estanzuela, la organización más emblemática del son jarocho tradicional. “Tendremos jaranas, guitarras de son, leonas, arpas y guitarras para que todos los que gustan de estos instrumentos puedan adquirirlos”.
Los integrantes del grupo Estanzuela ya están listos para dar lo mejor durante los días de fiesta en los que el son jarocho inundará la Cuenca del Papaloapan con sus notas. “Para nosotros, La Candelaria es un encuentro de amigos, un espacio donde nos volcamos a la música, a la familia, a la cultura, a todo el que viene”, coincidieron.
De igual manera se manifestó María José Reyes Martínez, bailarina profesional de son jarocho, de escasos 20 años de edad, baila desde los tres. “Me encanta y espero con muchas ganas el inicio de las fiestas, porque es la ocasión para hacer lo que más me gusta: bailar”, expresó sonriente.
Uno de los personajes insignes de Tlacotalpan es el decimista Diego Cruz, un veterano de aspecto rudo pero de trato amable y de profundo conocimiento en el arte de la versada. Se emociona y, bajo el ala del sombrero de cuatro pedradas, “se echa” una décima a la Virgen de la Candelaria “para calentar motores” y estar “al tiro” para las fechas.
Desde las primeras horas de la mañana, Tlacotalpan resurge entre los rayos del sol cuenqueño, como se levantó luego de las inundaciones de septiembre de 2010. “Recibimos todo el apoyo del gobernador Javier Duarte de Ochoa, él nos ha dado mucha ayuda para que el mundo sepa que estamos de pie”, dicen orgullosos los nativos de esta tierra de son, poesía, dulces y empanadillas de guayaba.
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