Los indígenas huastecanos creían que nacían al par con un nahual que era un guía espiritual en forma de animal, una alma gemela que estaría presente en todo momento para auxilio de su propio ser.
La creencia en nahuales y su magia aún continúa arraigada en algunos pueblos de la huasteca.
La sierra de Otontepec (kotontok- partido o separado, Tépetl-cerro) tiene una cúmulo de historias, leyendas y relatos, como el que les narro a continuación.
Existió en tiempos de la colonia allá por 1520-1550, en una aldea huasteca en los alrededores de San Nicolás, Citlaltepetl, estado de Veracruz, un hombre entre muchos aldeanos llamado Mazatlakatl, al que se le temía y a la vez se le respetaba, ya que poseía poderes extraños, puesto que en las noches se convertía en animal, podía transformarse en puerco, guajolote, jaguar, perro, tecolote y hasta serpiente.
Algunos lugareños le llamaban nahual o nahualli, también se distinguía por defender a los aldeanos de conflictos con otros pueblos y después a la llegada de los españoles sobre estas tierras, se convirtió en defensor de toda la huasteca, ya que también los poderes que poseía Mazatlakatl, le permitía interpretar la lengua española y así entablar dialogo con los colonizadores.
Su vida fue muy trascendente en estas tierras por muchos años hasta que le sorprendió la muerte, la cual sucedió de una manera de lo más bonita, que nos dejó grabada una linda historia de amor.
Todo comenzó aquella tarde lluviosa, cuando Mazatlakatl andaba cazando en la sierra, al querer matar a una venada, ésta lo miro a los ojos, se le acercó unos pasos y con vos suave le dijo: “no me mates porque eres todo lo que quiero en esta vida, por eso estoy aquí y dejo que me mires” el le contestó con una sonrisa, cerró los ojos y se dejó llevar… aquella hermosa venada lo cautivó, Mazatlakatl regresó a la aldea como hechizado y solo pensaba en ella.
Ya caída la noche empezó a realizar un conjuro, para tomar la forma de venado, lo intentaba en repetidas ocasiones, pero su apariencia daba forma a distintos animales, hasta que llegada la madrugada logra su objetivo.
Se convierte en un fuerte y ejemplar venado y se va en busca de su adorada, con quien empieza a corretear por la espesa sierra.
Sus vidas comenzaban a tomar color juntos, eran el uno para el otro, compartían días, noches…, fríos y calores…, dolores y alegrías… en forma silvestre sus vidas se veían envidiables para cualquier pareja, juntos eran en sí un solo ser, habitando una cueva de la serranía.
Un día en la mañana alegres retozaban, cuando ambos pensaban que serian felices para siempre, Mazatlakatl empezó a cambiar de semblante, se veía con sus sentidos desorbitados y con los ojos a medio abrir, ella lo miró asustada y le preguntó “¿Qué pasó?” el con la boca apenas abierta, con la lengua totalmente dormida y a punto de desmayarse no le contestó… ella se asustó por aquellos sorprendentes síntomas y solo recibió una respuesta que no creyó: “su amado estaba cambiando”, sí se estaba convirtiendo otra vez en hombre, después se arrodilló en la tierra… comenzó a sentir el frío por sus piernas y brazos, miró hacia el cielo y cayó desplomado por el suelo, ya muerto.
Su hechizo ya había terminado y no se dio cuenta de volver a renovarlo, la hermosa venada se quedó por mucho tiempo con él, tal vez meses o años hasta morir también demostrándole al mundo como se puede amar, aunque el jamás recuperó su forma de animal.
Ya que el esqueleto de la venada quedo sobre el del hombre, al que por su trasfiguración, bautizaron como Mazatlakatl (hombre venado).
Hay muchos ancianos que todavía cuentan a sus nietos de éste amor bonito que hubo entre un brujo o nahual con una venada salvaje.
Éste personaje se asocia con Pablo Tepemazateutle, padre de Juan Felipe Tepemazateutle, cacique de Citlaltepetl y fundador de la aldea huasteca de Juan Felipe Tepetzintla, hoy municipio de Cerro Azul.
Cuextécatl Volvió a la vida – José Reyes Nolasco
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